Grendel es el nombre de una criatura derrotada por Beowulf en el poema épico con el mismo nombre, un monstruo de aspecto indeterminado y casi invulnerable gracias a la protección de un hechizo, que se dedica a irrumpir en los palacios de los hombres para masacrarlos sin piedad. Pero esta bestia descerebrada del poema original es erigida por John Gardner en narrador omnisciente, más aún, es transformada en un ser hipersensible y reflexivo, un individuo atribulado por un existencialismo sartriano que nos sorprende con frases como:
"Comprendí que el mundo no era nada, tan sólo un caos mecánico de hechos violentos y azarosos al que estúpidamente imponemos nuestras esperanzas y miedos. Comprendí —de forma absoluta y definitiva— que yo soy lo único que importa. Todo lo demás, supe, sólo es lo que me empuja a actuar, o contra lo que yo reacciono ciegamente, de la misma forma como el mundo reacciona contra mí. Yo creo el universo, parpadeo a parpadeo".
La dimensión pensante de Grendel lo convierte en un monstruo todavía más estremecedor, aunque al mismo tiempo comprensible, casi cercano. Porque entendemos su egocentrismo y su desorientación aunque no podamos imaginar (la novela tampoco se esfuerza en describírnoslo) cómo era realmente el mundo en el siglo V en Dinamarca o alrededores. John Gardner escribió esta novela en 1971 y, como apunta Jon Bilbao en un prólogo tan interesante que sabe a poco, a pesar del exótico argumento escogido Grendel puede inscribirse perfectamente en la corriente posmoderna de la época (Pynchon, Barthelme) tanto por los temas de fondo que plantea como por los recursos estilísticos que emplea, donde caben capítulos en forma de poema, guión cinematográfico o expresiones directamente científicas como: "Teorema: Cualquier acción (A) del corazón humano provoca una reacción en sentido opuesto y de idéntica magnitud (A')"
Pero el verdadero drama de Grendel es que no cree en sus propias teorías existencialistas; la bestia siente una fascinación corrosiva por la capacidad del Creador (el poeta, el contador de gestas) para otorgar sentido a las guerras (y por tanto a las vidas y a las muertes) de los seres humanos, y él mismo llega a aceptar su papel de ogro intimidador a cambio de cierto atisbo de significado. Al mismo tiempo (y aquí se encuentra la fuente de su sufrimiento), Grendel se da perfecta cuenta del engaño que hay en las bellas palabras del Creador, porque él conoce la verdad del mundo desde antes. Además, el Creador es un mortal y con su desaparición se marcha también el "pegajoso espejismo de interconexión" de sus poemas, lo que devuelve a Grendel al absoluto vacío de su existencia, una vida indigna y llena de dolor de la que no logra extraer ningún aprendizaje. No es extraño que en su agonía, tras la derrota ante Beowulf, su último pensamiento sea: "¿Es alegría lo que siento?".
En definitiva, se trata de un relato insólito y bastante desolador, que a mí me atrapó con fuerza en su primera parte (meterse en la cabeza del monstruo es una experiencia alucinógena) y me desinteresó en una segunda parte donde el protagonismo se escora hacia los reyes y sus asuntos palaciegos, quizá por exigencia del texto original, dejando a Grendel como un testigo pasivo y demasiado inmerso en sus angustias difusas. Del final no cabía esperar sorpresas (todos sabemos lo que le espera a Grendel), pero tampoco encontramos redenciones ni epifanías, lo que en cierta forma corrobora la inicial visión del mundo como algo oscuro y carente de sentido. El trago es duro para un lector que había llegado a empatizar intensamente con el monstruo, y que esperaba quizá alguna respuesta reconfortante en su destino.
A pesar de que deja cierto sabor a obra imperfecta o fallida, la ambición conceptual y la belleza que alcanza el lenguaje de John Gardner lo excusan todo, elevan la obra a categoría de extraña joya. Además, el hecho de que el libro nos haya llegado traducido por un escritor como Jon Bilbao también es un raro privilegio que no podemos dejar pasar.
Por otra parte, ¿no somos todos somos criaturas desorientadas en busca de su leyenda?