La búsqueda de algo decente para leer en los sitios de playa suele ser un trance tan dificultoso como revelador. Reconozco, eso sí, que cuando llevo chancletas mi nivel de exigencia literaria se adapta mágicamente a la oferta de las torres giratorias de bestsellers que pueblan los quioscos playeros, apretadas junto a los botes de bronceadores y las colchonetas con formas de animales. En todo caso, la experiencia sirve para saber a ciencia cierta qué es lo que se vende de verdad, en la línea de frente, más allá de rankings y listados oficiales. Hasta que tu libro no aparezca en uno de esos stands chirriantes por el óxido de la brisa marina, sabrás que no has triunfado de verdad.
En los últimos diez días he empezado cuatro libros, he abandonado tres y he terminado uno. Lo intenté con Los hombres que no amaban a las mujeres, pero tanta información sobre chanchullos empresariales me aburrió sin remedio antes de conocer a la famosa Lisbeth. Lo intenté con La soledad de los números primos, y envidié mucho la sensibilidad del odiosamente joven autor, pero siempre que leo una historia de adolescentes con traumas de integración espero que el protagonista liquide a todos en el último capítulo utilizando sus poderes telekinéticos. Y me temo que Giordano no va por ahí, así que me ahorré la decepción. Me llevé una gran alegría al encontrar Tokio blues de Murakami en la estantería giratoria de un remoto supermercado, pero al cabo de cien páginas ya estuvo claro que aquellos muchachos no iban a hacer nada más interesante que hablar y hablar, así que me quedé sin fuerzas para seguir leyendo.
Entonces... ¿cuál fue el afortunado libro que devoré de principio a fin, entre piscina y playa, desayuno y merienda, entre risas y sacudidas de cabeza? Pues Alarido de Dios, de José Miguel Vilar-Bou, cuya reseña ya tengo escrita y aparecerá por aquí o por otro sitio cercano muy pronto.
La trampa, por supuesto, es que me llevé el libro de Madrid. Muy a mi pesar, los tentáculos de Equipo Sirius no llegan hasta los puestos de prensa a pie de playa, ni se les espera. Ojalá me equivoque.
Una fantástica noticia alivia mi depresión post-vacacional cuando abro mi correo de regreso: he sido elegido finalista junto con Marc R. Soto, Félix J. Palma y Jon Bilbao (otra vez) para el premio Xatafi-Cyberdark a la mejor novela por Rojo alma, negro sombra. Enhorabuena a mis compañeros y muchas gracias a los seleccionadores.
Premio Celsius. Enhorabuena compañero!!
ResponderEliminarGracias Claudio! Fue toda una sorpresa, realmente.
ResponderEliminarenhorabuena por el premio. Pero mi especial felicitación es por Infierno Nevado. Lo adquirí como novela veraniega, para leerla sin prisa, ¡pero que va! me enganché y no pude soltarla hasta el final, muy lograda la tensión y el miedo, la ambientación (o eso creo, ya que escribo desde Murcia y no conozco la zona) y la época. Soy aficionado a la novela histórica, en especial a la ambientada en Roma, y me ha gustado mucho, a la altura de la serie de Simon Scarrow, a la que estoy enganchadísmo.
ResponderEliminarBueno, lo dicho, que enhorabuena y que te animo a que sigas haciendo novelas de esa intensidad ambientadas en esa época. Un saludo
Muchas gracias, Diego. Sería genial que Infierno Nevado acabase en un chiringuito playero, ¿por qué no? Yo amo y creo mucho en ese libro, por su combinación Lovecraft+Legión romana+Pirineos. Ahora no tengo planeado retomar la historia, ni la época, pero nunca se sabe...
ResponderEliminarEs genial saber de lectores como tú que lo han disfrutado, gracias.
Ismael