Misterios de la distribución. La semana pasada encontré este libro en una estación de servicio de la AP-68, mezclado con todos los bestsellers del momento. Jamás había oído hablar de él, ni de su autor, el tal Castle Freeman Junior. Pero me intrigó que Mondadori hubiera hecho llegar tres ejemplares de esta extraña y desconocida novelita a una gasolinera de Zaragoza, así que lo compré. Además, transcurre en Vermont, y me enterneció la ambigüedad del texto de la cubierta, que a falta de una etiqueta mejor se inventa el género de la road novel.
La novela tiene 159 páginas, todo diálogo y descripciones mínimas, que bastan para hacernos cómplices del destino de la muchacha Lillian y de los dos perdedores que deciden ayudarla en su misión de venganza contra el matón del pueblo. El hallazgo narrativo de la novela, si es que se puede llamar así, consiste en alternar el relato del viaje de los tres personajes con unos capítulos en los que asistimos a la interminable conversación de los viejos del lugar, reunidos en un molino, donde van saliendo a relucir las verdades sobre los personajes y sobre su pasado.
La oreja de Murdock (título sacado de uno de los capítulos; el original era Go with me) es una novela ligera, entretenida y minimalista con aire de película indie americana, con un puñado de buenos personajes, diálogos en ristra, relámpagos de violencia al estilo Coen y un permanente sentido del humor crepuscular. Se lee tan rápido que no tienes tiempo de decidir si se trata de una pequeña joya o de un entretenimiento tontuno. Seguramente un poco de las dos cosas.
En todo caso, no puedo evitar sentir cierto mosqueo ante el hecho de que un autor de Vermont desconocido pueda colocar un puñado de sus novelas en una gasolinera de Zaragoza, sin duda merecidamente, pero resulte inconcebible el viaje inverso: que un autor zaragozano, pongamos Roberto Malo, consiga ser traducido al inglés ya sería un éxito fuera de lo común, no digamos que alguno de sus libros termine en el stand de una gasolinera de Vermont.
No sé de quién es la culpa, si es que hay culpa, pero algo está muy desequilibrado en el negocio editorial de este país, y sospecho que no todo se debe a la ineptitud de los autores nacionales.
Lo cierto es que mis libros en inglés ganarían mucho. Y en las gasolineras quedarían la mar de bien.
ResponderEliminarA la velocidad a la que vas, no me extrañaría que ya hubiese un ejemplar de "The screenwriters"...
ResponderEliminar"Roberto Malo, el hombre que no amaba a sus libros en las gasolineras"
ResponderEliminarHola Ismael, yo encontré esta novela por casualidad, pero en una librería y pasando totalmente desapercibida. Además de hacerme pasar un buen rato, me hizo llegar hasta aquí y descubrir tu novela (gracias a Milo) "Rojo alma, negro sombra". Y en ello estoy, disfrutándola, de momento...
ResponderEliminarSaludos.
Hola Edda. La mención de Milo en su blog ha sido una sorpresa genial; ha servido para que Rojo alma llegue a muchos nuevos lectores como tú.
ResponderEliminarEspero que la disfrutes hasta el final (estoy convencido de que sí), al menos tanto como la de Murdock.
Saludos