lunes, 16 de agosto de 2010

Leer "best sellers" es una enfermedad





No lo digo yo, lo dice el escritor y director del Instituto Cervantes de Nueva York, Eduardo Lago, en su artículo publicado ayer en El País. Tan implacable diagnóstico es el colofón de un texto que comienza con el alivio (alivio para él, al menos) de descubrir que los best sellers no son literatura en absoluto, de manera que los autores cultos y poco populares pueden respirar tranquilos y dejar de sentirse amenazados. Son novelas, sí, pero hechas de algún otro material linguístico completamente ajeno al que alimenta las grandes obras literarias. Otro alfabeto, quizá.

Resuelto a curar de su enfermedad a los probos ciudadanos que consumen best sellers, Lago les anima a arrojar sus librachos a la papelera mas cercana y a que cambien "unas horas de entretenimiento estúpido por una experiencia estética verdadera". Su receta infalible tiene nombre y apellido: Anna Karénina.

Sorprendentemente, el artículo viene ilustrado con el dibujo de un best seller sobre la arena de la playa. Pero digo "sorprendentemente" porque el best seller en cuestión tiene forma de ladrillo, y si algo define a los best sellers es —en palabras del propio Lago— que se trata de "productos ligeros, de fácil consumo". Me temo que la asociación con el ladrillo se corresponde mejor con otro tipo de libros, tal vez alguno de los que Lago quiere recetarnos para nuestra sanación...

Para respaldar su desprecio hacia la literatura de consumo masivo, Lago apela a la clasificación de los libros más vendidos del New York Times, asumiendo que su categoría Paperback Mass-Market Fiction es una especie de gueto para segregar la literatura popular (mala) de la literaria (buena), cuando dicho epígrafe únicamente hace alusión al formato (bolsillo), pero en absoluto al contenido. Otra cosa es que los libros de "alta literatura" pocas veces lleguen a vender el número suficiente de ejemplares en tapa dura para pasar a formato de bolsillo; pero ése es otro lamento.

Por supuesto que todos deberíamos leer a Tolstoi. A Dostoievski. A Dickens. A Galdós. Quien se alimente exclusivamente de best sellers se perderá lo mejor de la literatura mundial y una gran oportunidad para conocer "la profundidad de emociones, el conocimiento del alma humana, la exquisita disección de las pasiones que son el centro de nuestras vidas". No me cabe duda. Pero no puedo dejar de pensar en lo equivocado del planteamiento según el cual cualquier libro que guste a más de diez mil personas tiene que ser una basura y los autores de best sellers tienen todo que aprender de los autores literarios, pero nada en el sentido contrario.

Hay mucho que aprender de los (buenos) autores de best sellers. El ritmo. La empatía. La estructura. La precisión. La tensión. Los diálogos. Los libros que gustan a una gran cantidad de gente (sé que suena a perogrullo, pero parece necesario decirlo) deben de tener alguna virtud después de todo. Algo deben de saber estos escritores de lo que sucede en el corazón y en la cabeza de los seres humanos. Porque la mano negra del marketing no es omnipotente. Y sí existen libros populares que permanecen. De hecho, no existe modo de permanecer que no pase por emocionar a un grandísimo número de lectores. Puede costar cien años, o cien días.

Leer no es una enfermedad, nunca. Estoy seguro de que Eduardo Lago, que ante todo es un buen escritor, no lo piensa realmente. Si acaso somos los autores los que nos ponemos enfermos cuando nadie nos lee.

1 comentario:

  1. Decía Doris Lessing que sólo hay una manera de leer, que es huronear en las bibliotecas y librerías, tomar libros que llamen la atención, y leer sólamente ésos, echándolos a un lado cuando aburren, saltándose las partes pesadas y nunca, absolutamente nunca, leer algo por el sentido del deber o porque forme parte de una moda o de un movimiento.

    Y yo estoy totalmente de acuerdo con ella.No se puede adoctrinar sobre qué leer o qué no; se basa en una elección individual y libre.
    Una sonrisa.

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