domingo, 12 de abril de 2009

Literatura de transición


Lo malo de tener un blog es que se nota cuando estás charlando con alguien, que de pronto dice algo muy interesante, y entonces a ti se te empieza a poner esa inconfundible "cara de post". No puedes resistirlo. Por más que te repitas que se trata de una conversación privada, hay un departamento de neuronas en tu cerebro que ya se ha puesto a redactar la correspondiente entrada.

Prometo no hacerlo nunca más. Pero vamos allá.

Charlando estos días en Pamplona con un crítico y un librero-distribuidor, he podido aprender dos o tres cosas sobre cómo funciona y hacia dónde va el negocio este que nos ocupa, el de los libros. 

Por supuesto, nadie tiene una bola de cristal. Pero mirar la pantalla del e-book que Fernando Pascual tiene expuesto en su tienda ha sido una sensación escalofriantemente parecida, porque es demasiado fácil creer que lo que estás viendo en él es el futuro.

A ver: no hay nada equiparable a leer en papel, ¿está claro? Pero los e-books se leen bien, muy bien. Doy fe. He metido los dedos en la llaga electrónica y ahora soy creyente.

Lo que pasa es que la guerra del e-book todavía no ha estallado porque se están dirimiendo batallas previas, rencillas sectoriales de las que acabarán saliendo dos bandos bien definidos, sean cuales sean. Mi opinión es que la guerra definitiva enfrentará a gestores de contenido (editoriales, autores) contra gestores del medio electrónico (Apple, Telefónica), y un pronóstico posible, aunque penosamente distópico, es que la victoria se decante del lado de los segundos como ha sucedido en el negocio musical. El próximo paso es que Telefónica abra un departamento editorial, para sacudirse de encima a los molestos intermediarios entre autores y consumidores.

En cuanto las grandes corporaciones de la comunicación (y la informática) saquen su artillería pesada, al resto solo nos quedará la posibilidad de la guerra de guerrillas, es decir, los foros de internet. Los frikis serán nuestros curros jimenez de la cultura.

¿Y el público? Ah, el público acabará comprando el libro electrónico, de eso no me cabe la menor duda. Será una herramienta de trabajo imprescindible en las universidades y los colegios, y las nuevas generaciones no concebirán que exista un libro exclusivamente en formato de papel. Ese "exclusivamente" es el clavo ardiendo al que me agarro para vaticinar que los libros de papel nunca desaparecerán, tampoco. En esto coincido con Pascual, que es un tipo lo suficientemente astuto como para no oponerse de frente al e-book y hacerle un hueco en su librería, pero que lleva los libros en la sangre y se resiste a vislumbrar un futuro en el que toda la cultura termine codificada en ceros y unos.

Quién sabe. Quizá sea una transición pacífica, y no haya guerra, ni revolución, ni bandos enfrentados. Ojalá.

En realidad me interesa mucho más otro tipo de transición literaria. El crítico y profesor Roberto Valencia se lleva las manos a la cabeza cuando otros proclamamos que quien empieza leyendo a Stephen King o J.K. Rowling puede acabar leyendo Ana Blandiana o Cormac McCarthy, o que al menos existen ciertos "libros de transición" que comunican la literatura popular con la literatura culta (o literatura del consuelo y literatura del estremecimiento, robándole la idea a Valencia). En mi opinión, el objetivo deseable es crear lectores, el mayor número posible; por supuesto que un lector de Crepúsculo no tiene por qué acabar comprando un libro de Ana Blandiana, y que existe un abismo de calidad literaria entre uno y otro textos, pero en todo caso el primer paso para llegar a ser un buen lector siempre será encontrar placer en la lectura. Y las llaves del placer son muchas y retorcidas.

Esto también tiene que ver con el llamado crossover, creo. Pero el debate de cuál es la diferencia entre un libro juvenil y otro de adultos lo dejo para otro día, ¿vale?


3 comentarios:

  1. Ismael, compañero:
    Eso de que me llevo las manos a la cabeza... No, no es eso. Es otra cosa. Por mi parte no me retuerzo de indignación por el hecho de que haya quien lea por la mañana a Stephen King y por la noche a Ana Blandiana. No.
    Lo que sí opino es que, mayormente, no existe esa idílica progresión, tan mentada, que determina que Stephen King constituye un paso intermedio o iniciático para llegar a Ana Blandiana o a Beckett. Pocos, muy pocos lectores de best sellers realizan ese recorrido.
    Creo que la mayoría de los que leen a Stephen King (o a Ruiz Zafón o a Crichton o a...) jamás dan el salto hacia esa literatura que, en vez de proporcionar evasión, plantea exigencias estéticas, morales, sociales y políticas más altas.
    Estamos, pues ante dos tipos de literatura que dan y exigen actitudes bien distintas del lector. No están en la misma escalera de esfuerzo (el esfuerzo no es el vector), sino en distintos compartimentos: unos proporcionan consuelo (los best seller evasivos), otros nos crean problemas, porque nos ponen a pruebas como seres morales, sociales, políticos, estéticos, etc.
    Ahí sí, entretenimiento contra estremecimiento. Evasión de la realidad contra compromiso por la realidad.
    Esa sería, a grandes rasgos, mi opinión
    Saludos cordiales,
    R

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  2. Gracias por asomarte por aquí, Roberto. Sospecho que podríamos seguir con esta discusión infinitamente, pero mi opinión es:

    La literatura cada vez lo tiene más jodido para competir con el entretenimiento audiovisual de todo tipo. Si pretendemos convertir a un chaval no-lector (o un adulto, para el caso, que son legión) en lector más vale que busquemos libros que les resulten accesibles. Leer siempre supone un esfuerzo para quien no está acostumbrado a leer. Incluso leer Stephen King. Si encima le pones un clásico decimonónico o un artefacto posmoderno alegórico-político, pues les estás exigiendo que comiencen su paseo campestre escalando el Himalaya. Se quedarán jugando a la Play.

    Mi "guerra" por lo tanto sería buscar la mayor calidad dentro de esos libros accesibles, fomentar que se escojan (y aquí me refiero a los editores) y se escriban mejor. ¿Por qué no? Para mí no es lo mismo "El resplandor" que "El código da Vinci". No es lo mismo "Crepúsculo" que "La piel fría". Y son todos libros accesibles, libros buenos que pueden servir (o no, tampoco hay obligación) como puente hacia otra literatura más difícil.

    ¿Compromiso? Yo prefiero dejar la política y la sociología a los políticos y los sociólogos. El compromiso que corresponde al escritor de ficción es el de los dilemas morales, pienso yo. Y estos pueden plantearse también en tramas policiacas, fantásticas o incluso thrillers religiosos; todo depende de si tratas al lector como un niño, dándoselo todo masticado, o le haces sufrir y sacar sus propias conclusiones como un adulto.

    Y está claro que el objetivo más alto siempre es el estremecimiento.
    Pero sin entretenimiento no hay estremecimiento, porque no hay historia, no hay lector, no hay nada.

    Saludos

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  3. Paso de opinar porque falta Fernando, el vino y el revuelto de gambas. Sólamente un apunte: gracias por Ana Blandiana, una escritora que no escamotea ninguna dificultad a la hora de escribir.

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