Y yo me tenía por madrugador. Ja. Haruki Murakami se levanta todos los días a las 4:00 y se va al polideportivo a hacerse unos largos de piscina antes de ponerse a escribir. Para las 11:00 ya tiene toda la faena del día terminada. Pero esta no es la más increíble de las declaraciones que le saca Antonio Lozano en una entrevista publicada por la revista Qué leer.
Cuando el entrevistador le pregunta el secreto de su conexión con millones de lectores en todo el mundo, Murakami responde: "Honestamente, ignoro los motivos. Pero, si he de aventurar una teoría, creo que no hay más secreto que este: si entre manos tienes una buena historia, cargada de fuerza, acabará por encontrar su público. Aprecio la prosa bella y una trama inteligente, pero al final lo que cuenta es tener al lector pendiente de lo que ocurrirá a continuación. Que este no pueda parar de preguntarse por el próximo movimiento; eso es una buena historia".
Es de sentido común, ¿verdad? Pero el misterio del asunto viene cuando Murakami explica su manera de escribir, a partir de imágenes y escenas, y donde él nunca sabe cuál va a ser el desarrollo de su historia más allá del siguiente movimiento: "Puesto que yo soy mi primer lector, necesito desconocer lo que va a ocurrir, si no resultaría aburridísimo".
Suena a acertijo, en su caso a haiku o a sudoku: la clave de todo es que el lector se pregunte qué va a ocurrir a continuación, y la forma de escribirlo es... que el autor se pregunte qué va a ocurrir a continuación.
Eso ya ni siquiera es escribir "con brújula"; es escribir sin brújula, sin mapa, sin linterna, sin mochila y sin botas; hacer trapecismo sin red e improvisando las evoluciones en el aire. Pero a Murakami le funciona, eso está claro.
A mí me estaba entusiasmando Kafka en la orilla hasta que los gatos empezaron a hablar. Manías personales. Pero prometo intentarlo con otro libro. Me cae bien este hombre que dice y hace cosas tan sencillas como imposibles. ¿Levantarse a las cuatro de la madrugada para nadar? Por todos los samurais, ¿pero qué horarios tienen los polideportivos en Japón?
Yo amanezco en ayunas cuando abre la piscina municipal de mi ciudad, a las siete y media. Nado mil metros y me voy a currar.
ResponderEliminarPlanto un té junto al ordenador y empieza la jornada laboral. A las once me como dos manzanas y escribo algo en tu blog. A las tres salgo escopetado a comer pienso en la cantina del campus. A las cuatro, reemprendo la jornada. Dan las seis y media de la tarde y toca impartir un par de horas de clase en la facultad. A las nueve de la noche llego a casa y me pongo a cocinar la cena. Y a las once a escribir, hasta que el sueño me vence o la absenta se termina.
Los fines de semana me los paso fuera de la ciudad.
No me cambio por Murakami. Tiene que ser triste de cojones, haber terminado con el día a las once de la mañana.
Bah, no beberás mucha absenta si al día siguiente te levantas a las siete para nadar y currar...
ResponderEliminarNada, que nos hemos cargado el mito del escritor crápula, fofo, enfermizo y alcohólico.
Seguro que hasta Bukowski era un chico sanote; lo otro era pura fachada.
jajajaaa!
ResponderEliminarRecuerdo una anécdota en la que el protagonista -un japonés de mediana edad- acudía cada mañana a la piscina en la que yo trabajaba y se presentaba con el gorro y gafas de bucear puestas, toalla al hombro y sin reloj. Realizaba su particular rito alrededor del jardín y durante una hora exacta nadaba apartando sutil aunque devastadoramente a cualquier infante que se cruzara en su camino. Los largos podían variar en función de los obstáculos, creo llevaba la cuenta de la hora por la incidencia del sol sobre el agua. Espeluznante. Tal era su rigor, que una día llegaron los bomberos para sofocar un fuego provocado en su casa y ni se inmutó, continuando su tarea.
Sí, los japoneses pueden ser extraños, pero también geniales: Murakami, Miyazaki, el nuevo cine de terror... Merece la pena seguirles el rastro.
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