martes, 12 de agosto de 2008

Mi canon



Yo también creo que la forma correcta de preguntarle a alguien por sus libros favoritos no es que diga los que le parecen mejores, de acuerdo con su calidad literaria, sino los que le dejaron huella y le hicieron cambiar de alguna forma su relación con la letra escrita.

En mi caso, de todas las listas posibles, a día de hoy me voy a quedar con esta (absolutamente eventual y gratuita) de 12 + 1. Por orden aproximado de lectura, no de publicación:

1. Selección Terror de Bruguera. Libritos de bolsillo, letra gorda y monstruos gordos, fáciles de encontrar en cualquier quiosco playero de los años ochenta. Por ahí andaban Lou Carrigan, Curtis Garland y demás, todos españoles con pseudónimo. No soy capaz de recordar ningún título concreto, pero fue la primera vez que recuerdo haberme divertido leyendo, en mis vacaciones estivales. Puede que fuera el fast-food de la literatura, pero era literatura.

2. Cementerio de animales, de Stephen King. Podría elegir cualquier otro de King, pero éste fue el primero que me compré recién salido del horno, en la edición de Plaza y Janés que traía una cara de gato en la portada. Qué decir de King a estas alturas. No por casualidad he plagiado su portada de On Writing para mi fotografía de la izquierda.

3. El color que cayó del cielo, de H. P. Lovecraft. También podría elegir otros títulos de Lovecraft, pero éste me inquietaba particularmente. Recuerdo la discusión de los dos hermanos Istúriz, los libreros de mi barrio, acerca de la conveniencia o no de que yo comenzara a leer a Lovecraft a la tierna edad de doce años. Ganó Pedro, para mi suerte. Aunque tenía razón Javier: sufrí mucho reptando por aquellos relatos tan oscuros, serios y llenos de seres indescriptibles e impronunciables.

4. El juego de las maldiciones, de Clive Barker. Junto con sus Libros de sangre, esta novela me hizo ver que existía un mundo más allá de Stephen King, donde el humor era sustituido por la poesía, aunque poesía demencial y rebosante de vísceras. Echo de menos a Barker. ¿Qué ha sido de él?

5. Crimen y castigo, de F. M. Dostoyevski.  Soy un pésimo lector de clásicos, sufro ataques incontenibles de narcolepsia y en seguida caigo en la tentación de abandonarlos por otro libro más reciente. Sin embargo éste me enganchó desde el principio (construir semejante biblia alrededor del asesinato de una vieja es una loca genialidad) y lo disfruté como nunca había disfrutado un libro de lectura obligatoria. 

6. American Psycho, de Bret Easton Ellis. Lo compré con escepticismo, porque ya me habían advertido que aquel tocho no era de terror. Pero me quedé hipnotizado desde la primera línea. De alguna forma, me pareció que aquel libro se saltaba las normas establecidas. ¿Estaba permitido escribir así? ¿Enrollarse tanto, meter tantos detalles que no vienen a cuento, deleitarse de aquella manera tan obscena y fría con las muertes? Pero en realidad no, no eran los asesinatos de Patrick Bateman lo que me ponía los pelos de punta. Era el vacío absoluto a su alrededor, y en su interior. Me adentré tanto en aquel universo gélido de restaurantes y exfoliantes faciales que recuerdo haber sentido una gran pena al volver la última página, con aquel demoledor: "ESTO NO ES UNA SALIDA". Hum, me temo que Ellis ya es consciente de haber creado un mito que le perseguirá hasta el final de su vida, como demuestra en Lunar Park.

7. La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe. Cambio absoluto de registro. Pero no tanto. Lo que sufre el protagonista de esta novela es un terrorífico descenso al infierno, minuciosamente descrito. De nuevo esa sensación de transgresión: "Anda, mira lo que hace, cómo lo cuenta, qué tío". Después devoré Todo un hombre y Soy Charlotte Simmons, que también me parecen obras maestras, pero la hoguera sigue brillando con luz propia en mi memoria.

8. Aflicción, de Russell Banks. En una preencarnación debí ser un habitante de los Adirondack o de alguna otra región montañosa de Nueva Inglaterra, porque siento una debilidad incontenible por las historias que transcurren en pueblos nevados, con personajes atormentados, adúlteros y alcoholizados condenados a una vida miserable (vamos, igualito que yo). Mi mujer dice que me gustan todas las historias en las que sale una máquina quitanieves, y va a tener razón. El caso es que me encanta la construcción de personajes de Aflicción y de Como en otro mundo. Para mí siempre ha sido la parte más difícil.

9. Nana, de Chuck Palahniuk. Ya he soltado bastante rollo sobre Palahniuk en otro sitio, así que paso al siguiente.

10. La feria de las tinieblas, de Ray Bradbury. Lo dicho. El Nobel para Bradbury, ¡ya!.

11. La fortaleza de la soledad, de Jonathan Lethem. Idem, pero tengo algo más que añadir: Lethem es un icono para mí porque demuestra la posibilidad de un puente entre la literatura mainstream más reputada y el género. He colocado su portada arriba porque probablemente se trata del libro que más me ha influido o al menos impactado en los últimos años. De hecho siempre pensé que ésta era la portada ideal para mi novela. Pero ya he hablado más de la cuenta...

12. Ruido de fondo, de Don DeLillo. DeLillo escribe en un idioma distinto al resto del mundo. Tanto que, por ejemplo, no hay quien lea Jugadores y se entere de qué narices trata. Ruido de fondo es la menos marciana de las que yo he leído, y mi favorita, quizá porque fue la primera. Me sucede como con La información de Martin Amis; son libros tan asombrosamente bien escritos que lo de menos es el argumento. Creo que todo el mundo en esto de la literatura, por cierto, deberíamos aplicarnos la máxima de Amis de que escribir debe ser en todo momento una "guerra contra el cliché".


Pues sí, en mi biblioteca particular el mainstream comienza a ganarle terreno al género. No lo puedo remediar. Quitando a Peter Straub y algún que otro outsider del género, ya muy pocos libros con la etiqueta ostentosa de terror me resultan sugerentes. Cada vez son más cortos y estériles mis paseos por la sección de literatura fantástica, y cada vez me detengo más tiempo en la sección de novedades generales. Ya sabéis lo que pienso al respecto.
Si os preguntáis qué leí antes de 1984, fecha de publicación de Cementerio de animales, la respuesta es: nada. En mi casa no había otros libros que las enciclopedias, ergo yo no fui un auténtico lector hasta que introduje mis pies en la librería Istúriz.
Si os preguntáis qué más leí entre Crimen y castigo y American Psycho, la respuesta es: Stephen King, única y exclusivamente. Es lo que tiene la adolescencia. Una vez solté un rollo sobre el éxito de Stephen King relacionado con el baby boom, y no pienso repetirlo.
Si os preguntáis por qué no hay ningún autor español, salvo los de Bruguera, la respuesta es: no lo sé, así es la vida. Pero lo cierto es que podría incluir en esta lista La piel fría de Albert Sánchez Piñol, porque es uno de los libros que más me ha sorprendido de los últimos años.

Como se puede ver, se trata de una lista absolutamente caprichosa e infundada. Tanto que ahora voy a terminar con el 12 + 1. Osea el trece. La que considero mejor novela de... no sé, póngase el complemento circunstancial de tiempo que se quiera. Lo mejorcito de toda la literatura contemporánea... y resulta que se trata de una historia de ciencia ficción y terror. ¿No me creéis?

Ahí va su primera página:

Al despertar en el bosque en medio del frío y la oscuridad nocturnos había alargado la mano para tocar al niño que dormía a su lado. Noches más tenebrosas que las tinieblas y cada uno de los días más gris que el día anterior. Como el primer síntoma de un glaucoma frío empañando el mundo. Su mano subía y bajaba al compás de la preciada respiración. Retiró la lona de plástico y se puso de pie envuelto en aquellas prendas y mantas pestilentes y buscó algún atisbo de luz en el este pero no lo había. En el sueño del que acababa de despertar vagaba por una gruta y el niño lo llevaba de la mano. La luz de los dos bailaba en las húmedas paredes de roca caliza. Como peregrinos de fábula engullidos y extraviados en las entrañas de una bestia granítica. Humeros de piedra donde el agua goteaba y cantaba. Tañendo sin tregua en el silencio los minutos de la tierra y sus horas y días y años. Hasta que se hallaban en una enorme estancia de piedra donde había un lago antiguo y negro. Y en la orilla opuesta un ser que levantaba su chorreante boca del gour y miraba hacia la luz con unos ojos tan blancos y ciegos como los huevos de araña. Balanceaba su cabeza a ras de agua como para captar el olor de aquello que no podía ver. Agazapado allí, pálido y desnudo y translúcido, sus huesos de alabastro grabados en sombra en las rocas que tenía detrás. Sus intestinos, su palpitante corazón. El cerebro que latía dentro de una empañada campana de cristal. La criatura movía la cabeza de lado a lado y luego soltaba un gemido grave y daba media vuelta y dando tumbos se alejaba silenciosamente hacia la noche.


6 comentarios:

  1. Curtis Garland...sí señor, ahí le has dao, Ismael; mucho mejor que Stephen King.
    Si escribo es porque me leí unas trescientas novelas (y no exagero, tenía dos maletas llenas) de este señor. Qué bueno era.
    Por cierto, el último no lo pillo.
    (Gracias a Dios no es de "La carretera" o la hubieramos liado...) ¿Quién es el autor?

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  2. Eh... un tal Cormac McCarthy. ¿Nos liamos a tortas?

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  3. No puede ser de Cormac McCarthy: Tiene comas.

    Y sí, casi mejor empezar a darnos.
    Pero primero, ¿que libro es? ¿"No es país para caballos hermosos"?

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  4. Anda, no conocía tu blog... ya me he suscrito a tu rss (o como se diga).

    Para mí Lethem es impresionante, me he quedado prendada de sus libros y su forma de escribir (excepto del último, no sé porqué) y eso que aún me falta Huérfanos de Brooklyn :P

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  5. No incluir ningún autor español es un crimen, pero apuntar que de hacerlo la referencia sería La piel fría resulta un genocidio porque, a parte de estar narrado a trancas y barrancas, la historia es infumable; como cuando Shymalan se saca de la manga esos batracios viscosos al final de Señales. Pero bueno, supongo que también adoras Señales.

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  6. Hola Diana! Yo también tomo nota de tu (otro) blog. Lethem es un genio, pero se me está atragantando su último libro, "You don't love me yet"; sin embargo estoy seguro de que a ti te enganchará, trata de una banda de rock.

    Has acertado, anónimo, ADORO "Señales" con batracios y todo.
    Y estoy dispuesto a defender que "La piel fría" es un libro extraordinario, bien escrito y absolutamente insólito en el panorama nacional ante el tribunal que sea.
    Sin embargo, tienes razón en que mi canon se queda cojo de autores españoles y me he acordado de otro libro que venero casi como una biblia desde hace años: la "Antología española de literatura fantástica" de la editorial Valdemar. Una auténtica colección de joyas, aunque con trampa: la mayoría de los autores sólo se dejaron caer por el género muy ocasionalmente, a veces con ganas de guasa. Qué le vamos a hacer, los que andamos merodeando este género sólo podemos tener referentes foráneos, no se trata de una pose o de esnobismo.

    Lo del crimen y el genocidio lo paso por alto, un día tonto lo tiene cualquiera.

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