lunes, 8 de septiembre de 2008

De curas franquistas




Hace falta tener muy buenos motivos para plantarte delante de unos multicines, estudiar con calma los carteles de todas las películas y decidirte al fin por esa en la que aparece un calvo en pijama junto con un niño, Maribel Verdú y un cura difuminado al fondo. Osea, Los girasoles ciegos.

Yo tenía un buen motivo: me había leído el segundo relato del libro escrito por Alberto Méndez. Sólo ese capítulo, el titulado "Segunda derrota: 1940, o Manuscrito encontrado en el olvido". Reconozco que los otros los dejé pasar, no me interesan demasiado las historias de curas y guerra civil. Pero me habían avisado de que ese segundo capítulo era especial y puedo confirmar que es el cuento más impactante y estremecedor que he leído en muchos años, quizás en toda mi vida (Y aquí incluyo toda la literatura estremecedora que ha pasado por mis manos).

Sabía que era imposible hacer una película (digna) con aquel material, y me alegro de que Jose Luis Cuerda no lo haya intentado (o se haya arrepentido a tiempo). La película de Cuerda se centra en el último relato del libro, que le da título, y que trata de un joven diácono capaz de todo por llevarse a la cama a la mamá de uno de sus alumnos. Resumido así parece una bobada, y la verdad es que la película (como el cuento) cuenta una historia muy sencilla, casi minimalista. Pero la película tiene dos virtudes fundamentales que justifican el precio de la entrada: las interpretaciones, sobre todo la de Raúl Arévalo, y que Cuerda consigue mantener un buen grado de tensión hasta el final a pesar de su estilo plano y clasicón como realizador. También es cierto que yo era el público ideal para la película, porque me motivaba mi experiencia con el segundo capítulo y desconocía el desenlace del cuarto, que es el desenlace de la película, de gran intensidad.

Hay que advertir que toda la película rezuma una cierta atmósfera fúnebre, empezando por los títulos de crédito. Los dos autores de la historia, Alberto Méndez y Rafael Azcona, han muerto antes de ver el resultado de su creación (Méndez tuvo tiempo de saber que su libro gustaba entre los críticos, pero no hasta el punto de llegar a convertirse en un libro de culto). Y toda la parafernalia del franquismo, en fin, ya se sabe: a la cuarta vez que estás viendo a un cura entonando el "Cara al sol" te dan ganas de llamar por teléfono a Cuerda y decirle: "tío, déjalo ya, hemos pillado la idea". Pero qué se le va a hacer, lo cierto es que los curas franquistas entonaban el cara al sol, y tenían fotos de Franco y de Jose Antonio junto al Cristo presidiendo las clases. Fue una etapa tan larga y oscura que todavía tenemos que seguir haciendo esfuerzos para sacudirnos de encima toda aquella miasma putrefacta.

En conclusión: la película se puede ver, pero el libro (al menos la Segunda derrota) es de lectura obligatoria. De verdad.


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