Cuchilla
Te dejaste la cuchilla de afeitar en el borde del lavabo y tu hijo de tres años la cogió para imitarte. Se hizo un corte en el labio. Nada serio, apenas un milímetro de carne abierta y sangrante. Vino gimoteando y diciendo: “Perdona, papá”. Porque sabía que algo estaba mal, una línea roja había sido traspasada y sentía que era culpa suya, solo suya. Nada más que una minúscula gota de sangre; pero aquella gota lo contenía todo. Todos los errores de todos los padres, todas las heridas de todos los niños, todas las miradas culpables y todos los perdóname cuando ya es tarde. La oscuridad se asomó ese día por el filo de tu cuchilla olvidada en el borde del lavabo, y desde entonces vive alojada en una esquina inferior del espejo, de todos tus espejos.
Aunque lo parezca, esto no es publicidad del último libro de Santiago Eximeno, "Bebés jugando con cuchillos".
ResponderEliminarAunque bueno, ya de paso le hago publicidad. Es muy bueno, compradlo.
sublime
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