Muchas buenas razones para comprarse el número de diciembre de la revista Quimera:
Entrevista de Emiliano Molina a Jonathan Lethem, el autor de (la genial) La fortaleza de la soledad y (la intrascendente) Todavía no me quieres. Lethem vuelve a hablar de la mezcla de elementos fantásticos y realistas en su obra: "Mi trabajo consiste en hacerlos chocar en diferentes combinaciones y en diferentes ángulos, a diferentes velocidades. [...] Realmente, no estoy interesado en la jerarquía que se establece entre los géneros: todos me resultan legítimos e interesantes".
El artículo de Germán Sierra —Aprendiendo del porno— donde vaticina la transformación del mundo editorial y concluye: "La existencia de long-sellers va a depender cada vez más de las opiniones compartidas por los lectores en las redes sociales".
El amplio dossier de Narrativas superheroicas coordinado por Jorge Carrión, imprescindible para los aficionados a las historietas de supermanes.
El relato inédito de Javier Calvo: Los niños perdidos de Londres.
Y lo más interesante: la reflexión de David Roas sobre el lugar de lo fantástico en la narrativa posmoderna, titulado: ¿La realidad está ahí fuera?
Roas expone que lo característico del género fantástico es el conflicto entre lo real y lo imposible, y por tanto necesita de una realidad fija y firmemente establecida para funcionar. Sin embargo, ocurre que la literatura posmoderna desactiva ese conflicto al poner en cuestión la solidez de la realidad, al someter a la duda todas las convenciones y percepciones del propio lector, su modo de relacionarse con la realidad y con el libro. Y si no hay referente real, ¿sobre qué podemos apoyar el conflicto fantástico? La respuesta la apunta el propio Roas, presentando dos ejemplos opuestos, uno de la película Lost Highway (David Lynch) y otro de Nocilla Dream, la novela-icono de Agustín Fernández Mallo: la reacción del personaje (sometido a un fenómeno imposible) en uno y otro caso sirve para mostrar la diferencia entre la mirada fantástica y la mirada posmoderna. El personaje de Nocilla Dream no se inmuta cuando aparece Michael Knight en su coche fantástico por una gasolinera de Albacete. El protagonista de la película de Lynch, sin embargo...
Es decir: el personaje de relato fantástico se estremece ante lo imposible; el personaje de relato posmoderno lo contempla con indiferencia o con una leve sonrisa de asombro. Todo vale, en la lógica posmoderna, o lo que es lo mismo, nada vale, todo da igual.
David Roas apunta la importancia de la parodia en la literatura posmoderna. Yo diría que no sólo es un factor recurrente, sino que la parodia es el fundamento básico de lo posmoderno, y que precisamente en ese extremo es donde se encuentra más alejado de lo fantástico, que inevitablemente exige al lector un pacto de interpretación "serio", no irónico, crédulo.
Creo que con más voluntad que argumentos, Roas termina concluyendo que lo fantástico y lo posmoderno no sólo son compatibles en el panorama literario actual, sino que lo fantástico es literatura posmoderna.
Yo no estoy tan seguro. El hecho de que puedan convivir en las mesas de novedades no significa que existan nexos reales entre la literatura fantástica y la literatura posmoderna. Yo creo que son vecinas, pero no hermanas. Y ya se sabe que la convivencia entre vecinos a veces es complicada...
Te he descubierto.
ResponderEliminarSi ampliamos la foto vemos claramente que entre "La silla" y "El hombre divergente" escondes un par de "Privates".
Por cierto, muy buena la escena que has colgado.
Eres un frívolo y un fisgón. Hombrepordiós.
ResponderEliminarLa escena de "Carretera perdida" es la que Roas utiliza en su artículo. Esa es la ventaja de los blogs, que puedes coger y poner la escena, en vez de transcribirla.